Aquellos ojos sonrieron. Estaba ruborizado de alcohol, Sergio se hizo un ovillo en la arena y se lió a carcajadas con hipo, un poco llamativas. Se estiró dejando de reírse y la miró a los ojos.
- ¿ Sabes Lía?, estás muy guapa con esa camisa tan grande- le dije. Incorporándose estaba observando como Lía se giro con todo ese pelo mojado en la cara y se lanzo sobre su cuerpo, cayendo aplastados sobre su propia risa, clavándose los huesos y dándose un beso de animales, casi sin darse cuenta.
Su saliva sabia a galletas, pero no le dije nada y seguí besándola, hasta que ella se separó de mí. Respiré su aliento y le toqué los bracillos de niña pequeña que tenía.
- Mi pequeña Lía- Le dije, acariciando esos mofletes rosados. Lía, que odiaba que le llamasen así, negó con la cabeza y su pelo me hizo cosquillas en la cara. Olí su aire y repasé cada lunar de su espalda poquito a poco.
-¿Sabes?- dijo Lía, tirando de la manga de la camisa.
Sentía como el corazón le latía fuertemente, y yo ansiaba tocarla, pero ella torció el gesto.
- Qué- Respondió Sergio, agarrándole la mano y calentándose la. - No .. no no, se lo que vas
a decirme y yo antes de casarme vamos .. me .. me muero. Que yo soy una fabrica de sueños que quiero cumplir uno a uno .. y de pena, porque a veces no siempre se consiguen. Y para ello, hay que ser fuerte ..
- ¿Ah si, ? ¿A caso crees que no soy fuerte ? Pues sabes que te digo, que casándonos podrías
llamarme cariño, bueno no .. princesa, podrías agarrarme la mano por la calle y contemplar
mis sonrisas cada mañana, también podríamos hacer el amor todas las noches en la misma
cama, o por las mañanas y quizás antes de que te vayas al trabajo. Pero hasta el día .. me dará
por llorar el Océano Atlántico y a ver quién te quita a ti la pena de verme así, eh.
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