A veces sucede algo. Dentro de nosotros que nos obliga a condenarnos a nosotros mismos, en un pensamiento continuo. Las pequeñas barreras que están en nuestro interior, pasan a ser un laberinto cada vez mayor.
Hace tiempo, relataba tras personas inventadas la necesidad de que alguien compartiera mi caos interior, para poder sentirme así identificada con alguien. Con el paso del tiempo, te das cuenta que lo que te hace falta no es nadie que comparta nada de lo que sientas. Sino, alguien que te saque de ahí, y te haga ver que continua todo.
Y cerró la tapadera de su libreta. Ella sabía que nadie leería nunca lo escrito ahí, o quizás si, quien sabe, pero eso lo decidiría solo ella. Aparcó sus sentimientos y volvió a la vida real. Donde seguía como siempre, buscando los momentos adecuados para comportarse como los personajes de sus historias.
Siempre pisando sobre seguro, no era capaz de jugar a trapecista sin red. A expensas de ver hasta donde eran capaces de llegar las personas que están a su alrededor. Siempre tan transparente la pequeña Lía medio ahogada en su sensibilidad, sería la chica que algún día destrozaría al miedo, de un abrazo.
"No sé cómo explicarte que antes de marcharme ya quería volver"
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