Lia

Hablar de ella, en tercera persona, siempre me ha parecido la manera más razonable de hablar de . Nunca e llegado a conocerme tanto. Por eso hoy os cuento su historia. La historia de la chica qe creía qe volaba cuando movía los brazos muy rápido. La chica qe creó un mundo de historias de mentira en un cuaderno. La chica qe sonreía por obligación. La chica que creció de repente un día y se sintió más mayor qe nadie. La chica que estudiaba, pero no matemáticas, lengua ni ciencias ... estudiaba la felicidad práctica y teóricamente. La chica qe se enamoró de la vida después de mucho tiempo. La chica qe espiaba a los enamorados y se sintió grande el día que la espiaron a ella. La chica esa que se lo creía todo y que no sabía seguir si alguien no la empujaba primero. La chica que soñaba y soñaba y se sentía pequeñita al lado de los demás. Hoy os contaré su historia, cotilleando en su cuaderno. Simplemente, relajaos, y descubrid como ella ve el mundo. Quizás os sorprende.

sábado, 31 de marzo de 2012

"Lía"

Tenía la ligera manía de hacerlo todo de golpe. De pasar horas pensando en el momento y olvidar las consecuencias. El jodido vicio de gesticular cuando habla y de confiar a la mínima. Decía lo que pensaba sin reparo, sin embargo, cuando tenía que decir lo que sentía, la inseguridad la inundaba y simplemente se callaba. Era raro verla callada, ya que tenía el vicio de no callar hasta caerse, o hasta que la parasen.

Canta en la ducha las canciones más penosas del mundo, pero se siente diferente. Es siempre intensa hasta el final, arriesgando hasta en los bordillos de las aceras, pero a la hora de arriesgar en la realidad, tiene "la elegancia de un erizo", es decir, esa fortaleza de la cual habla Muriel Barbery en su libro, la envuelve y no la deja continuar siendo ella misma por mucho que quiera.


Necesita la música siempre presente en ella. “La música me inunda la cabeza, se mete dentro, dentro hasta nublar mi pensamiento”. Está un poco cansada de sueños tontos que se olvidan al despertarse. Ella dejó de creer en la inocencia y decidió ser firme con sus decisiones, aunque eso implicara que ella quedara en un segundo plano (mientras ayudara a la persona que tenía delante, le daba igual). Está cansada de estereotipos y de gente que finge ser alguien para lograr algo. Sólo necesita un día. Un día para llorar, para odiar, para ser invisible, para sonreír, para quitar la inseguridad, para demostrar, para gritar y querer todo el mundo a la vez. Su paciencia se está enfriando y es que… No entiende por qué las personas que tiene “personalidad”, no son consideradas hasta que al resto de la gente le dan un palo y acaban por pensar “Oh dios! Llevabas razón!” No comparte aquella opinión que tiene la juventud del amor con “Alquiler, con opción a compra”. No comparte el pensamiento que tiene la mayoría de la gente, y ese es el precio que Lía paga, por ser diferente.

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