Mientras Lía camina por la calle, el amor de su vida besaba a otra. Ella se pasaba la parada del metro sin ni siquiera saberlo. Estaba fatigada, ya ni siquiera encontraba una canción que le hiciera de faro entre tanta tormenta interior. Al fin se dio cuenta, y aceleró su ritmo, para no perder el metro; Apoyada en la pared, buscaba el color de unos ojos que ni recordaba, intentaba quitar de su mente el mosaico de ropa a los pies de su cama, y aquel olor en su almohada. Aún así le venía a la mente el sabor de aquel beso a medias en la estación de tren.
Un marzo que vuela más rápido que aquel avión en el que se subió Lía meses antes con una maleta repleta de nadas. A días de cumplir los diecinueve años y con el ipod repleto de la música de su vida, le toca seguir peleando. Luchando contra la sensación de que solo le queda la mitad de todo lo que tenía desde que aterrizó aquí, ya no era mucho. Que sus noches se hacían más cortas
desde que regresó de América y los días interminables, porque vivir, vivía de noche. Por el día solo sobrevivía. Y háblale. Le hablarás a la amante inoportuna. Aquella que conoces por el nombre de soledad.
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