Lía siempre dice que no quiere tanta responsabilidad, que para ella es más fácil hacer feliz a la gente cuando están despreocupados. Y la envidias. Todo el mundo le tiene algo de envidia. ¿Por qué?, porque ella lucha como si no hubiera mañana. Para ella no parece importante ser mortal, prefiere no pensar en futuro, sino en el hoy, prefiere sentirse pequeñita sabiendo que la pueden destrozar y volver a construirse.
Ella siempre te invita a que la invites, por una noche, al pecado que jamás te invitará. Te pide que te abstengas a todo reproche que le puedas dar, porque todos los defectos los sabe. Que ella está cansada de poetas que definen siempre la misma palabra. Que para ella todo es falso. Sobre todo la idea de que a las buenas personas les pasan cosas buenas y de que hay magia en el mundo. "Todos los días ignoramos lo roto que está el mundo y nos auto convencemos de que se arreglará"- dijo una noche borracha.
- Sergio, si alguna vez me encuentro desesperada, como esos momentos en los que sientes que ya no tienes nada que perder. O estoy muy entusiasmada con la vida, recuerda que ese será el momento en el que algo desconocido acabe por manifestarse, y cambie el rumbo de nuestro universo.
- Lía, ¿siempre tienes que estar pensando en cosas así?- le susurró apartando la vista...
- En realidad, te encanta que haga estos comentarios, sabes mejor que yo, que todo es cuestión de tiempo. De comprender, aceptar, que la mayoría de las veces parece casi tan fácil como sumar - le contestó ella tocándole su oscuro pelo.
- Exacto, tu tienes el reloj, y yo tengo el tiempo, así que deja de calentarte tanto la cabeza en pensar esas cosas y bésame.
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