Lia

Hablar de ella, en tercera persona, siempre me ha parecido la manera más razonable de hablar de . Nunca e llegado a conocerme tanto. Por eso hoy os cuento su historia. La historia de la chica qe creía qe volaba cuando movía los brazos muy rápido. La chica qe creó un mundo de historias de mentira en un cuaderno. La chica qe sonreía por obligación. La chica que creció de repente un día y se sintió más mayor qe nadie. La chica que estudiaba, pero no matemáticas, lengua ni ciencias ... estudiaba la felicidad práctica y teóricamente. La chica qe se enamoró de la vida después de mucho tiempo. La chica qe espiaba a los enamorados y se sintió grande el día que la espiaron a ella. La chica esa que se lo creía todo y que no sabía seguir si alguien no la empujaba primero. La chica que soñaba y soñaba y se sentía pequeñita al lado de los demás. Hoy os contaré su historia, cotilleando en su cuaderno. Simplemente, relajaos, y descubrid como ella ve el mundo. Quizás os sorprende.

jueves, 14 de marzo de 2013

Las letras no son de quien las escribe, sino de quien las vive.

Él me dijo, "Nadie puede hacerte sentir inferior, y yo no permitiré que lo hagan", pequeña, "de todo lo que he conocido, lo más difícil es el amor".  Siempre diciendo las palabras acertadas, para hacer que el brillo de sus ojos nunca se apague. Con su virtud, refugió siempre a su pequeña en un mundo paralelo a la realidad. La asentó en la fantasía, manchada con tonalidades de objetividad. Siempre dispuesto a dárselo todo, pero con miedo a que ella se acostumbrase a lo mejor, decidió no darle nada

Pasados los años, la inexistencia de ilusión por parte de ella no podía caer más bajo. Jugaba a disfrazarse de Lía, abarcando su alrededor, pero dejándola al margen. Comprendió cual era uno de los misterios de la vida. Ansiaba que pasara. Y cuando todo estaba a favor de que pasase, tenía miedo. Al fin comprendió que el miedo consolidaba de manera desesperada, una esperanza. Puso todo su corazón, en lo que la mayoría de las personas insistían en que saldría mal. Y sin embargo, le fue indiferente. Una vez entendió cuales eran sus opciones, se centró en sostener su mayor prioridad. 

El tiempo desaparecía poco a poco, sus palabras ya no tenía el mismo valor que al principio, y cuando decidió actuar, era "tarde". La pequeña Lía nunca vio realmente huir a ese tiempo. Para ella era más como una prolongación de su fantasía. 

El reloj de arena se acabó. Sin más quedo Lía. Creció de golpe. Ya no era pequeña. Podría deciros que todo fue desastroso, pero os mentiría. La vida continuó. Detrás del destino, y sin el en su vida, se le hace cuesta arriba. Pero, aquel hombre con sus tantos defectos y su gran virtud, logró que la "pequeña" Lía aun viva parte de su fantasía, desde la cordura. Consiguió dejar instalado ese brillo en sus ojos e hizo que el anhelo que su alma desprendía, no abandonara jamás sus días.



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