Lia

Hablar de ella, en tercera persona, siempre me ha parecido la manera más razonable de hablar de . Nunca e llegado a conocerme tanto. Por eso hoy os cuento su historia. La historia de la chica qe creía qe volaba cuando movía los brazos muy rápido. La chica qe creó un mundo de historias de mentira en un cuaderno. La chica qe sonreía por obligación. La chica que creció de repente un día y se sintió más mayor qe nadie. La chica que estudiaba, pero no matemáticas, lengua ni ciencias ... estudiaba la felicidad práctica y teóricamente. La chica qe se enamoró de la vida después de mucho tiempo. La chica qe espiaba a los enamorados y se sintió grande el día que la espiaron a ella. La chica esa que se lo creía todo y que no sabía seguir si alguien no la empujaba primero. La chica que soñaba y soñaba y se sentía pequeñita al lado de los demás. Hoy os contaré su historia, cotilleando en su cuaderno. Simplemente, relajaos, y descubrid como ella ve el mundo. Quizás os sorprende.

jueves, 27 de marzo de 2014

En la época en la que todo parece una guerra de sin sentidos en la cabeza. Con esas pequeñas crisis de personalidad que no sabes muy bien como encajar. He decidido que puesto a comportarnos como "niños chicos", vamos a aprovechar este momento para echar la culpa a alguien o algo. 
La culpa es de la PRIMAVERA.

¿Y ahora qué?

Pues ahora, cuando tu mente está lúcida y allanas el terreno de tu propio camino, acabas encontrándote con la misma piedra, echa añicos, obligándote a cometer (tu misma) ese error una vez más. 
Los pensamientos, "Qué estúpida" "Que masoquismo", nublan tu mente otro día más.

Sin embargo, es cuando caes en la cuenta de que no puedes echarle la culpa a nada ni a nadie. De que todos los sin sentidos que has estrellado en la pared, se pueden quitar con la "terapia de miradas" entre personas que se complementan sin saberlo.

¿Qué haces ahora?

Pues a pesar de dejar aparcados en el último cajón todas las cosas que estos últimos años pensabas que te hacían vivir en una ilusión constante, acabas por entender (una vez más) que son esas cosas las encargadas de encajar los rasgos de una loca personalidad.

¿Y cuales son? 

Pues demasiadas. Pero hasta este momento solo merece estar escrita aquí la posibilidad de CREER en las cosas. En esas personas que te entregan su sinceridad en los ojos. En los abrazos mañaneros de oso que te quitan hasta las ojeras. En un desayuno original. Esos ramos de rosas secas que guardan secretos. En la ropa a medias, tirada por el pasillo. En la inseguridad y en esa persona que te regala parte de su seguridad.
En las personas que recapacitan. En cometer errores y esas personas que te ayudan a no cometerlos. En la intensidad y la multiplicidad de los sentimientos y los actos.

Como veis, puedo estar escribiendo líneas y líneas de las cosas que creo. Sin embargo, ni os importa, ni pretendo contaros mis sentimentalismos (y quizás no sean las mismas que vosotros creéis). 
El objetivo de la parrafada anterior, es haceros conscientes de que si no tienes nada en lo que creer, no te ilusionas. Si no te ilusionas, no te sientes viva. Y ¿a quién carajo le importa si te caes una o doscientas veces? ¿Si lloras sola o acompañada? ¿Si te sientes tan pequeñita que no puedes respirar?. 
Al final, todas esas cosas, pasan a formar parte de tus experiencias, te construyen como persona y son el motor de la capacidad de recapacitar por ti sola.

No dejes de creer en las cosas que te hacen sentir que estás viva. Si tu no lo haces, 
¿Quién lo hará por ti?


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